LAS NUEVAS SEÑALES DEL CORAZÓN
Lecciones mexicanas desde el contraste colombiano de La Ley del Corazón
Daniel Lares Muñoz
En
medio de un panorama de incertidumbre para la telenovela latinoamericana, es
Colombia el país que parece enviar señales sobre el rumbo promisorio de para
dónde conducen las impredecibles corrientes del océano de la ficción televisiva en Latinoamérica.
Radio
Cadena Nacional (RCN Televisión) lo logra con su producción La Ley del Corazón, un original
(¡gracias!) creado en 2010 y afortunadamente retomado de manera póstuma tras el
lamentable fallecimiento en 2012 de su autora Mónica Agudelo a quien gratamente
recordamos por sus aportaciones en Señora
Isabel (1993) junto con Bernardo Romero (original de Mirada de Mujer), Hombres
(1997) y La Hija del Mariachi (2006),
entre otras creaciones. La historia es desarrollada por Felipe Agudelo, Ricardo
Sarmiento y Natalia Santa.
Propongo
una radiografía a partir de esta producción para que no se diga que la crítica
siempre se regodea en el pesimismo ya que, contrario a lo que persiste en las
pantallas mexicanas, éste título nos ofrece aires alentadores de los que
precisamos tomar notas.
El punto de partida:
abrazar el contexto
En
primera instancia parte de un argumento atractivo ricamente influenciado por
series norteamericanas como Ally McBeal,
The Practice, E.R. y las telenovelas de facto de Shonda Rhimes como Grey’s Anathomy. Un grupo de abogados,
del buffet Cabal-Ortega-Domínguez y Asociados, lidian con los problemas de sus
clientes al tiempo que se confrontan con los propios.
¿Dónde
está la novedad? En la sólida construcción de conflictos, en la rica biografía
de personajes, en una dialogación
realista y verosímil que junto con el atinado cast, apuestan por la organicidad de la interpretación sazonada de
una esmerada atención (y creación) al detalle escénico así como de una
autopista dramatúrgica de varios carriles.
Una dramaturgia que se
adapta y reinventa
No
podemos pasar por alto un detalle esencial en este proyecto: sí es detectable
una relectura moderna del melodrama, piedra angular de la telenovela, reforzado
con una amalgama de diversos géneros.
La
pareja central que lleva el melodrama, Pablo y Julia, rueda en una mesa de pinball de varios niveles dispuesta
estratégicamente para que se desplace con dinamismo entre historias que tienen
su propio ciclo dramático en cada capítulo, lo que no sólo delata la influencia
del serial anglosajón sino que da a luz a una hibridación orgánica y efectiva.
Atención aquí, no omite el paradigma tradicional, se abre a renovarlo desde
éste en contraposición de los pretenciosos y timoratos intentos que hemos
atestiguado en la pantalla mexicana.
Atender al fondo para
servir a la forma
La
decisión de enfocar la especialidad del buffet en casos en derecho familiar y
penal no sólo obedece a una necesaria delimitación narrativa sino que revela la ambición dramatúrgica del discurso central de la historia: indagar sobre los diferentes
juicios sobre el matrimonio, el corazón de la historia. Adiós al anacrónico “y vivieron felices para
siempre”.
La
vida no se propone en un solo color porque aquí el melodrama es un prisma mutable y
multicolor que permite convivir a los personajes y sus conflictos en un
ecosistema horizontal más que en un rígido y rudimentario mecanismo vertical.
Las
acciones de unos impactan en las de otros, por eso todos los personajes, del
reparto fijo e invitados, brillan. La disposición serial lo permite y el
melodrama telenovelero matiza responsable
y propositivamente frente a la audiencia de la TV abierta: hay salidas ante las
debacles domésticas. Incentivos para enganchar a las audiencias de hoy.
¿Preferible proponer la aspiración de convertirse en uno de estos profesionistas y la esperanza en un marco jurídico perfectible o la ponderación de narco-héroes?
Es posible adoptar la partición del arco dramático tradicional en
temporadas, como el serial anglosajón, pero sin el impulso snob de la imitación
por moda. Que conste que la primera temporada ostenta 131 episodios. Entonces
¿en qué se apoya el “diagnóstico” de algunos productores mexicanos de que el
problema de la telenovela es causado por su extensión? Atención al fondo antes
que a la forma. Y es que “el diablo está en los detalles”: La Ley del Corazón, se vende como telenovela pero opera como serie,
sin ruido.
Habrá
que ver su recepción en otras plataformas, lo que sí podemos advertir es que
precisamente esta propuesta serial estructurada en bloques es compatible con el
consumo personalizado de los usuarios de las OTT, a diferencia del monolito bidimensional de la telenovela tradicional.
Casting de ACTORES
El
casting ha sido conformado con profesionalismo privilegiando de manera notable
la capacidad histriónica. Tanto sus protagonistas centrales (gran química),
Luciano D’Alessandro y Laura Londoño, como su reparto coral base y actores invitados,
respiran, vibran y sienten; son atractivos sin dejar de representar al latino
promedio, aspiracionales pero
terrenales, logrando un rango poco común dentro del género.
Aquí
hay altos, bajos, medios, rubios, morenos claros y morochos con rasgos étnicos.
Hay vida y sustitución dramática efectiva en los roles frente a la audiencia.
En contraste, los actores con estos perfiles físicos en México no hubieran
merecido más que los personajes de reparto de siempre en una producción regular
o condenados a la ufanidad cutre de algún unitario vespertino. Verbigracia la
entrañable Carmencita, la gran Judy Henríquez; los personajes de soporte no son
ornamento. Aquí se exuda talento.
Una producción que no
parece ser: es
Si
se analiza con detalle el modelo de producción, como la dramaturgia, no se distancia del estándar tradicional: la combinación de interiores de foro (como pivote) y las
locaciones pero con novedades de clara evolución.
La construcción y ambientación de los sets, particularmente el del buffet de abogados, no están dispuestos para parecer lo que deben ser, lo son y armonizan con los exteriores. Los colombianos por proposición o limitación, fueron de los primeros por apostar más a la locación en la telenovela con un énfasis narrativo, más que sólo en lo estético.
La construcción y ambientación de los sets, particularmente el del buffet de abogados, no están dispuestos para parecer lo que deben ser, lo son y armonizan con los exteriores. Los colombianos por proposición o limitación, fueron de los primeros por apostar más a la locación en la telenovela con un énfasis narrativo, más que sólo en lo estético.
La
dirección de escena obliga a la cámara a recorrer sets habilitados en 360
grados para seguir a los personajes y materializar esa narrativa horizontal, que
referíamos con anterioridad, enriquecida con segundos y terceros planos de gran
esmero creativo, otra herencia del serial
anglosajón. Las cámaras fijas están ahí para cuando hay que intimar con las
reacciones delicadas de los personajes.
Ayuda
la iluminación cinematográfica de capas a diferencia de la homogénea que
persiste en varias producciones mexicanas como si estuvieran empleando la antigua
Definición Estándar que sobre-expone el acartonamiento de sus valores de
producción. Aclaremos algo, no es Mad men
(ni puede serlo), pero el 4K luce dignamente en esta producción.
Un contexto que germina
El
proyecto en cuestión no es perfecto. A ratos vacila al tener que hacer funambulismo entre su aspiración a la sofisticación y la ineludible demanda mainstream por empatizar con lo ‘popular’ de su mercado local,
síntomas de la transición de la época.
Conforme
avanzan sus capítulos (a la fecha he visionado 50) es notorio un afán tentador
por recurrir a los clichés del género y ciertas argucias de edición para evitar
el desplome del ritmo así como la evasión por profundizar en ciertos temas
sociales: quizá por razones comerciales de exportación o por criterios de
índole político, una de las grandes taras de la televisión de la región.
Sin
embargo, hay que hacer constar que son los colombianos los que, agotados de la
narco-novela, sí han estado probándose con títulos con mood indie como Anónima
(2015) y recientemente No olvidarás mi nombre (2017). Esta última digna de
encomio al ser firmada por un nombre consagrado como el de Fernando
Gaitán.
Se
han equivocado y les ha faltado constancia, pero en su palmarés reúnen
importantes éxitos y un prestigio como factoría de telenovelas con estilo
único, lo que no cualquiera. Uno de ellos tiene el Récord Guiness mundial en
cantidad de versiones producidas (Yo soy
Betty, la fea). Como antecedentes del tratamiento de La Ley…, están El Último
Matrimonio Feliz (2009) y la adaptación (no es casual) de Grey’s Anathomy (2010), también
facturadas por RCN.
Anotando
a lo anterior, la materialización de un proyecto como éste es el resultado de
un contexto: Colombia, tras la privatización de su televisión a finales de los
noventa y extender sus esfuerzos como exportadores relevantes de ficción, tomó
la acertada decisión de distinguirse de los peso-pesado de la región: México y
Brasil. Imposible para ellos competir en presupuestos y volumen, entonces
apostaron por diferenciar sus contenidos. Hoy México, que veía sobre el hombro
estos sucesos, debe confrontarlos sin prejuicio.
Ahora, ¿para dónde?
Si
comparamos La Ley… con una de las
boyantes series españolas de alta factura, la primera sube al ring
internacional dignamente, aún y con un presupuesto significativamente inferior,
porque además en ésta como hace mucho no se ve, se respira la intensidad
latinoamericana de Los ricos también
lloran (1979), Kassandra (1992) y
Café con aroma de mujer (1994), no
obstante su regodeo en el look hípster.
Eso es un Ad Value para las pantallas
de exportación.
Otro
comparativo a considerar: el canal RCN viene de un pronunciado bache debido en
parte a erráticas decisiones en su ficción dramática, luego de ser la marca
televisiva más querida de los colombianos.
Quizá
un desgaste no tan agudizado como el que padecen las mexicanas TV Azteca o
particularmente Televisa. Con La Ley…
han repuntado, logrado un trending
(fuera de los targets habituales) y
recuperado, al menos por ahora, el liderazgo y la voluntad de la audiencia,
pero una sólo producción no puede cargar con esa responsabilidad que remite a
la calidad de las decisiones de los pisos ejecutivos.
Señales para la
incertidumbre mexicana
Una
producción como La Ley del Corazón no
es un destino fijo sino la cristalización de un referente sólido de para dónde navegar. Tampoco es una única vía, evitemos reiterar en ese error.
Agréguese que Colombia tiene un tope de inversión comercial inferior al de México. Aunado a ello, nuestra condición geopolítica y la conformación natural del mercado hispanoparlante más grande y codiciado del mundo tienen que ver íntima y directamente con la industria mexicana. ¿Qué tiene que pasar para que se tome conciencia y se reaccione determinantemente al respecto?
Agréguese que Colombia tiene un tope de inversión comercial inferior al de México. Aunado a ello, nuestra condición geopolítica y la conformación natural del mercado hispanoparlante más grande y codiciado del mundo tienen que ver íntima y directamente con la industria mexicana. ¿Qué tiene que pasar para que se tome conciencia y se reaccione determinantemente al respecto?
La
respuesta predecible será comprar la biblia para producir la correspondiente
versión mexicana, sin contar con el probable requerimiento previo de transmitir
el original colombiano en alguna pantalla de TV abierta nacional (ya la emite
en TV restringida Telemundo Internacional) y sin considerar el obstáculo
intrínseco que representa en la actualidad exportar la versión de un formato en
el mismo idioma.
Si
esto sucede, resultará contraproducente si esa eventual adaptación no va integrada
a una estrategia renovada (y coherente) de imagen, programación y producción
que lleve como vanguardia la creación original. Porque entonces aún y con un
soporte de éxito probado como éste, tendrá que transitar sobre el campo minado
de la percepción pública que sólo ve en las televisoras agotamiento creativo y
falta de credibilidad.
Por
lo pronto, la dramaturgia colombiana está haciendo fotosíntesis de la ineludible
transición a la que se enfrentan los dramáticos en español con el pulso de un
proyecto donde por fin hay alma y corazón, lo que tanto se extraña en la
ficción latinoamericana, particularmente en la mexicana extraviada en intentos
transgénicos.
Imágenes: RCN Televisión e internet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario