LA TV MILLENIAL Y EL OTRO 19 DE SEPTIEMBRE, LECCIONES DEL 2017
Daniel Lares Muñoz
La televisión ya no es la misma; el mundo, tampoco. Un suceso como el sismo del pasado 19 de septiembre nos lo ha vuelto a recordar fatídicamente en la segunda mitad del año. Esto que para muchos es una obviedad, resulta una de las mayores taras de la televisión mexicana que no acierta a responder con eficacia para superar la crisis que enfrenta actualmente, sobre todo en lo que se refiere a noticieros y a la ficción dramática. LINK:https://tvandshow.com/2017/12/30/la-tv-millenial-y-el-otro-19-de-septiembre-lecciones-del-2017/
"La serie acierta con sus dardos: los “asesinos seriales” (término acuñado a partir de esta investigación) son producto de un núcleo familiar, de un universo inmediato y de un contexto social determinado que incide en la formación del carácter, del pensamiento y de la conducta de un ser humano. O sea, sin eximir al individuo de su responsabilidad y su capacidad de “elección”, la sociedad es también responsable de ellos".
"¿De qué trata la serie estrella de Netflix? En la primera lectura, sobre cómo los habitantes de un pequeño poblado estadounidense son acechados por seres extraños y los experimentos de un laboratorio secreto gubernamental que les roba la tranquilidad. En una lectura mayor, esencialmente habla sobre la fraternidad de un grupo de púberes amigos en una época en particular, la década de los ochenta del siglo XX. En éste último detalle descansa la clave de su éxito".
"Las televisoras mexicanas de hoy son como los viejos cines unisala de principios de los noventa que pretendían aferrarse a su cuota de mercado con el mismo servicio y títulos en cartelera como Juana la cubana, Cambiando el destino y La risa en vacaciones frente a la sofisticación del cine extranjero y la ineludible llegada del formato multi-sala (y los megaplex), la televisión por cable y la consolidación de los formatos de video en casa".
Lecciones mexicanas desde el contraste
colombiano de La Ley del Corazón
Daniel Lares Muñoz
En
medio de un panorama de incertidumbre para la telenovela latinoamericana, es
Colombia el país que parece enviar señales sobre el rumbo promisorio de para
dónde conducen las impredecibles corrientes del océano de la ficción televisiva en Latinoamérica.
Radio
Cadena Nacional (RCN Televisión) lo logra con su producción La Ley del Corazón, un original
(¡gracias!) creado en 2010 y afortunadamente retomado de manera póstuma tras el
lamentable fallecimiento en 2012 de su autora Mónica Agudelo a quien gratamente
recordamos por sus aportaciones en Señora
Isabel (1993) junto con Bernardo Romero (original de Mirada de Mujer), Hombres
(1997) y La Hija del Mariachi (2006),
entre otras creaciones. La historia es desarrollada por Felipe Agudelo, Ricardo
Sarmiento y Natalia Santa.
Propongo
una radiografía a partir de esta producción para que no se diga que la crítica
siempre se regodea en el pesimismo ya que, contrario a lo que persiste en las
pantallas mexicanas, éste título nos ofrece aires alentadores de los que
precisamos tomar notas.
El punto de partida:
abrazar el contexto
En
primera instancia parte de un argumento atractivo ricamente influenciado por
series norteamericanas como Ally McBeal,
The Practice, E.R. y las telenovelas de facto de Shonda Rhimes como Grey’s Anathomy. Un grupo de abogados,
del buffet Cabal-Ortega-Domínguez y Asociados, lidian con los problemas de sus
clientes al tiempo que se confrontan con los propios.
¿Dónde
está la novedad? En la sólida construcción de conflictos, en la rica biografía
de personajes, en una dialogación
realista y verosímil que junto con el atinado cast, apuestan por la organicidad de la interpretación sazonada de
una esmerada atención (y creación) al detalle escénico así como de una
autopista dramatúrgica de varios carriles.
Una dramaturgia que se
adapta y reinventa
No
podemos pasar por alto un detalle esencial en este proyecto: sí es detectable
una relectura moderna del melodrama, piedra angular de la telenovela, reforzado
con una amalgama de diversos géneros.
La
pareja central que lleva el melodrama, Pablo y Julia, rueda en una mesa de pinball de varios niveles dispuesta
estratégicamente para que se desplace con dinamismo entre historias que tienen
su propio ciclo dramático en cada capítulo, lo que no sólo delata la influencia
del serial anglosajón sino que da a luz a una hibridación orgánica y efectiva.
Atención aquí, no omite el paradigma tradicional, se abre a renovarlo desde
éste en contraposición de los pretenciosos y timoratos intentos que hemos
atestiguado en la pantalla mexicana.
Atender al fondo para
servir a la forma
La
decisión de enfocar la especialidad del buffet en casos en derecho familiar y
penal no sólo obedece a una necesaria delimitación narrativa sino que revela la ambición dramatúrgica del discurso central de la historia: indagar sobre los diferentes
juicios sobre el matrimonio, el corazón de la historia. Adiós al anacrónico “y vivieron felices para
siempre”.
La
vida no se propone en un solo color porque aquí el melodrama es un prisma mutable y
multicolor que permite convivir a los personajes y sus conflictos en un
ecosistema horizontal más que en un rígido y rudimentario mecanismo vertical.
Las
acciones de unos impactan en las de otros, por eso todos los personajes, del
reparto fijo e invitados, brillan. La disposición serial lo permite y el
melodrama telenovelero matiza responsable
y propositivamente frente a la audiencia de la TV abierta: hay salidas ante las
debacles domésticas. Incentivos para enganchar a las audiencias de hoy.
¿Preferible proponer la aspiración de convertirse en uno de estos profesionistas y la esperanza en un marco jurídico perfectible o la ponderación de narco-héroes?
Es posible adoptar la partición del arco dramático tradicional en
temporadas, como el serial anglosajón, pero sin el impulso snob de la imitación
por moda. Que conste que la primera temporada ostenta 131 episodios. Entonces
¿en qué se apoya el “diagnóstico” de algunos productores mexicanos de que el
problema de la telenovela es causado por su extensión? Atención al fondo antes
que a la forma. Y es que “el diablo está en los detalles”: La Ley del Corazón, se vende como telenovela pero opera como serie,
sin ruido.
Habrá
que ver su recepción en otras plataformas, lo que sí podemos advertir es que
precisamente esta propuesta serial estructurada en bloques es compatible con el
consumo personalizado de los usuarios de las OTT, a diferencia del monolito bidimensional de la telenovela tradicional.
Casting de ACTORES
El
casting ha sido conformado con profesionalismo privilegiando de manera notable
la capacidad histriónica. Tanto sus protagonistas centrales (gran química),
Luciano D’Alessandro y Laura Londoño, como su reparto coral base y actores invitados,
respiran, vibran y sienten; son atractivos sin dejar de representar al latino
promedio, aspiracionales pero
terrenales, logrando un rango poco común dentro del género.
Aquí
hay altos, bajos, medios, rubios, morenos claros y morochos con rasgos étnicos.
Hay vida y sustitución dramática efectiva en los roles frente a la audiencia.
En contraste, los actores con estos perfiles físicos en México no hubieran
merecido más que los personajes de reparto de siempre en una producción regular
o condenados a la ufanidad cutre de algún unitario vespertino. Verbigracia la
entrañable Carmencita, la gran Judy Henríquez; los personajes de soporte no son
ornamento. Aquí se exuda talento.
Una producción que no
parece ser: es
Si
se analiza con detalle el modelo de producción, como la dramaturgia, no se distancia del estándar tradicional: la combinación de interiores de foro (como pivote) y las
locaciones pero con novedades de clara evolución. La construcción y ambientación de los sets, particularmente el del buffet de abogados, no están
dispuestos para parecer lo que deben ser, lo son y armonizan con los
exteriores. Los colombianos por proposición o limitación, fueron de los
primeros por apostar más a la locación en la telenovela con un énfasis narrativo, más que sólo en lo estético.
La
dirección de escena obliga a la cámara a recorrer sets habilitados en 360
grados para seguir a los personajes y materializar esa narrativa horizontal, que
referíamos con anterioridad, enriquecida con segundos y terceros planos de gran
esmero creativo, otra herencia del serial
anglosajón. Las cámaras fijas están ahí para cuando hay que intimar con las
reacciones delicadas de los personajes.
Ayuda
la iluminación cinematográfica de capas a diferencia de la homogénea que
persiste en varias producciones mexicanas como si estuvieran empleando la antigua
Definición Estándar que sobre-expone el acartonamiento de sus valores de
producción. Aclaremos algo, no es Mad men
(ni puede serlo), pero el 4K luce dignamente en esta producción.
Un contexto que germina
El
proyecto en cuestión no es perfecto. A ratos vacila al tener que hacer funambulismo entre su aspiración a la sofisticación y la ineludible demanda mainstream por empatizar con lo ‘popular’ de su mercado local,
síntomas de la transición de la época.
Conforme
avanzan sus capítulos (a la fecha he visionado 50) es notorio un afán tentador
por recurrir a los clichés del género y ciertas argucias de edición para evitar
el desplome del ritmo así como la evasión por profundizar en ciertos temas
sociales: quizá por razones comerciales de exportación o por criterios de
índole político, una de las grandes taras de la televisión de la región.
Sin
embargo, hay que hacer constar que son los colombianos los que, agotados de la
narco-novela, sí han estado probándose con títulos con mood indie como Anónima
(2015) y recientemente No olvidarás mi nombre (2017). Esta última digna de
encomio al ser firmada por un nombre consagrado como el de Fernando
Gaitán.
Se
han equivocado y les ha faltado constancia, pero en su palmarés reúnen
importantes éxitos y un prestigio como factoría de telenovelas con estilo
único, lo que no cualquiera. Uno de ellos tiene el Récord Guiness mundial en
cantidad de versiones producidas (Yo soy
Betty, la fea). Como antecedentes del tratamiento de La Ley…, están El Último
Matrimonio Feliz (2009) y la adaptación (no es casual) de Grey’s Anathomy (2010), también
facturadas por RCN.
Anotando
a lo anterior, la materialización de un proyecto como éste es el resultado de
un contexto: Colombia, tras la privatización de su televisión a finales de los
noventa y extender sus esfuerzos como exportadores relevantes de ficción, tomó
la acertada decisión de distinguirse de los peso-pesado de la región: México y
Brasil. Imposible para ellos competir en presupuestos y volumen, entonces
apostaron por diferenciar sus contenidos. Hoy México, que veía sobre el hombro
estos sucesos, debe confrontarlos sin prejuicio.
Ahora, ¿para dónde?
Si
comparamos La Ley… con una de las
boyantes series españolas de alta factura, la primera sube al ring
internacional dignamente, aún y con un presupuesto significativamente inferior,
porque además en ésta como hace mucho no se ve, se respira la intensidad
latinoamericana de Los ricos también
lloran (1979), Kassandra (1992) y
Café con aroma de mujer (1994), no
obstante su regodeo en el look hípster.
Eso es un Ad Value para las pantallas
de exportación.
Otro
comparativo a considerar: el canal RCN viene de un pronunciado bache debido en
parte a erráticas decisiones en su ficción dramática, luego de ser la marca
televisiva más querida de los colombianos.
Quizá
un desgaste no tan agudizado como el que padecen las mexicanas TV Azteca o
particularmente Televisa. Con La Ley…
han repuntado, logrado un trending
(fuera de los targets habituales) y
recuperado, al menos por ahora, el liderazgo y la voluntad de la audiencia,
pero una sólo producción no puede cargar con esa responsabilidad que remite a
la calidad de las decisiones de los pisos ejecutivos.
Señales para la
incertidumbre mexicana
Una
producción como La Ley del Corazón no
es un destino fijo sino la cristalización de un referente sólido de para dónde navegar. Tampoco es una única vía, evitemos reiterar en ese error. Agréguese que Colombia tiene un tope de inversión comercial inferior al de
México. Aunado a ello, nuestra condición geopolítica y la conformación natural
del mercado hispanoparlante más grande y codiciado del mundo tienen que ver
íntima y directamente con la industria mexicana. ¿Qué tiene que pasar para que
se tome conciencia y se reaccione determinantemente al respecto?
La
respuesta predecible será comprar la biblia para producir la correspondiente
versión mexicana, sin contar con el probable requerimiento previo de transmitir
el original colombiano en alguna pantalla de TV abierta nacional (ya la emite
en TV restringida Telemundo Internacional) y sin considerar el obstáculo
intrínseco que representa en la actualidad exportar la versión de un formato en
el mismo idioma.
Si
esto sucede, resultará contraproducente si esa eventual adaptación no va integrada
a una estrategia renovada (y coherente) de imagen, programación y producción
que lleve como vanguardia la creación original. Porque entonces aún y con un
soporte de éxito probado como éste, tendrá que transitar sobre el campo minado
de la percepción pública que sólo ve en las televisoras agotamiento creativo y
falta de credibilidad.
Por
lo pronto, la dramaturgia colombiana está haciendo fotosíntesis de la ineludible
transición a la que se enfrentan los dramáticos en español con el pulso de un
proyecto donde por fin hay alma y corazón, lo que tanto se extraña en la
ficción latinoamericana, particularmente en la mexicana extraviada en intentos
transgénicos.
¿Cómo emitir luces de
certidumbre con lo que está en pantalla?
Daniel Lares Muñoz
La
producción de ficción vive tiempos de tierras salvajes en la televisión
mexicana. Como corolario se impone En
Tierras Salvajes (Televisa, 2017), producción que aglutina todas las
inconsistencias aleccionadoras que una industria y una cadena con esa tradición
no deberían admitir a casi sesenta años de producir telenovelas.
Se
insiste en la petulancia naif de que es “serie” y no telenovela. Si esto se
tuviera en claro, un título como Mi
marido tiene familia, ficción que funge como pivote y mantenimiento a nivel
de programación en Las Estrellas, podría estar registrando mejores números de
los que reporta al aire, pero se ve constreñida por el comportamiento de las
producciones que la enmarcan (la referida y La
Piloto). Que conste que no mencionamos los resultados en otras plataformas.
La calidad visual: la
transición que no transita
Ver
el look visual en full HD de “En Tierras Salvajes”, grabada en formato 4K, es
como si transfiriéramos en automático un viejo video home mexicano de finales de los 80’s a cinta de 70mm y lo
visionáramos en pantalla IMAX y 3D. Cualquiera de sus inconsistencias se sobreexpone
sin remedio. Desde la primitiva realización de su entrada, tolerable todavía en
un título como Dos mujeres un camino
(Televisa, 1992), pasando por las diferencias brutales entre los interiores de
foro y las locaciones conllevan a cuestionar si la ola de despidos en San Ángel
también ha arrasado con la totalidad del personal de control de calidad.
La
ausencia de regiduría en la dirección de actores no acierta ni siquiera a
demandar la corrección en la neutralización de acentos que exige la historia,
ya no digamos en los tonos de interpretación. Los hermanos Otero y los
empleados del aserradero rural, en teoría mexicanos, son una ensalada
inverosímil más parecida a una plática de receso de la OEA que a lo que demanda
su contexto dramático.
El
casting no sólo distrae por lo errático en lo fundamental: perfiles que no encajan, estrellas que no brillan (menos en el papel de siempre) y persistir
en privilegiar la facha sobre la capacidad histriónica. Advertimos el mercado
al que está dirigida está producción, pero aún no se entiende que en esto el
orden los factores sí altera el producto ¿qué debe ser primero, productores y
directores de casting? Revísense los títulos que más trending están teniendo en el mercado mundial, no sólo en Estados
Unidos: actores, actores y luego lo demás.
La dramaturgia: un
principio de eslabón muy oxidado
No
podemos eludir el principal problema de esta producción (que es el de la
industria en su conjunto): el menoscabo a la quintaescencia creativa y su
proceso, imposible por consecuencia generar una buena dramaturgia, no hay
manera. El desarrollo de En Tierras
Salvajes, no alcanza más que aportar conflictos construidos como castillo
de naipes, diálogos y biografías de personajes encorsetados en los asfixiantes clichés
de siempre.
Habría
que añadir otro factor: el productor Salvador Mejía, pretendiendo evitarse
riesgos, acude a los ahora célebres (y talentosos) autores Ramón Campos y Gemma
R. Neira (Velvet) para comprarles un
argumento y venderlo como un “original” (Oh, esa palabra tan inquietante). Argumento
que, de tan formulado, se pulveriza en la instantaneidad de las redes sociales al
cruzar comparaciones con largometrajes como Leyendas
de pasión (1995).
Detengámonos
en este punto, por favor. ¿De dónde vienen los actuales fundadores de la
productora Bambú? De Galicia, el interior de España. En aquella nación a
diferencia de en México, hubieron en su momento broadcasters nacionales, verbigracia Antena 3, que les abrieron las puertas a los entonces noveles
escritores y les permitieron hacer kilometraje, mostrar talento y hacerse de un
nombre. Hoy, claro, son autores (y productores) reconocidos a los que acuden
marcas de proyección mundial como Netflix
a quien le han producido el primer proyecto original español para esa plataforma
(Las chicas del cable, 2017). ¿Se
puede entender esa lección?
¿Por qué insistir en lo
que abiertamente ya no funciona?
Ante
la recurrencia, sería oportuno un auténtico acto de contrición de parte de la
televisión mexicana y una decidida vocación pragmática para enmendar el camino.
Porque el despido masivo de su personal no está propiciando una depuración en
estricto término. Más bien parece estar socavando endogámicamente la industria,
desproveyéndole del talento que sí es capaz y que trae un know how importante y tampoco se decide a abrir las puertas al
nuevo talento para cobijarlo con la expertise
y la certidumbre que requiere un medio como éste para hacer carrera y generar
los resultados esperados.
Frente
de sí se presenta una sorda vaciante en la costa y las aves han anunciado su huida pero lejos de reaccionar, la televisión mexicana espera inadvertida y tendida en un camastro un próximo maremoto.
Así parece anticiparlo los adelantos en la forma en la que irremediablemente
abordarán los remakes de Esmeralda (Delia
Fiallo) y Mirada de Mujer (Bernardo
Romero).
Leamos
el marco histórico de Mirada de Mujer:
un remake del remake (hay una versión de Telemundo
después del clásico Azteca-Argos) de
una televisora que en 1998 se conocía como productora de telenovelas y cuya
realización marcó un hito en la televisión mexicana no sólo por cimbrar al
otrora imbatible prime-time del canal
2 sino por evidenciar la obsolescencia (¡hace 20 años!) de la firma más
importante del continente en el género. Televisa,
inexplicablemente, busca emplear como tabla de salvación esa leyenda pero
persistiendo con el tratamiento de siempre. Ahí tienen el espejo del fallido remake
de Nada Personal (TVAzteca, 2017).
La
televisión mexicana camina por áridas tierras salvajes y todas las señales
indican que lo está haciendo, consciente o inconscientemente, guiada por palos de ciegos.
¿Qué nos dicen las actuales preferencias de la elección del EdoMex respecto de los resultados
de la programación de la televisión abierta en México?
Daniel Lares Muñoz
A
simple lectura podría parecer un ejercicio ocioso. Sin embargo, si atendemos
a la sustitución equiparable de las variables de cada sector (el político y la televisión) es posible obtener información
que nos permita entender (acaso atender) lo que la audiencia está demandando ante
la caída de los encendidos y la reconfiguración de la industria que tiene en la
fragmentación y la multiplataforma entre sus mayores retos.
La
encuesta publicada hoy jueves 27 de abril por El Universal se presenta como una premisa idónea considerando que coincide en
lo general con la de medios como Reforma,
Sin Embargo o SDP, añadiendo que aunque las encuestas no gozan su momento de mayor
prestigio, es cierto que siguen siendo una herramienta de primera
referencia tanto como los ratings de la televisión que han sido tan
cuestionados como las primeras, pero que son EL parámetro.
Porqué la alianza encabezada por el Partido Revolucionario Institucional que
representa la variable cualitativa de la tradición, la cansina reiteración a lo de siempre y el
oponente a vencer (tras más de 80 años de retener el poder) sigue teniendo un
nada despreciable margen del 23 por ciento de preferenias aún y con el documentado desastre en
seguridad pública estatal y en corrupción, particularmente en el contexto
federal. Una respuesta proviene de esos targets duros que no votan por un
candidato o la calidad de la propuesta de éste sino por un partido (con una vieja y eficaz estructura electoral) y los
beneficios inmediatos, tangibles o intangibles, que obtienen del mismo.
El PAN, PRD ¿Alternativa
real?: Azteca e Imagen
En
el caso del PAN que no levanta según los números disponibles, lleva la
representación en la imagen de Josefina Vázquez Mota, una inexpresiva ex funcionaria
federal en los sexenios de su partido en Los Pinos y ex candidata a la presidencia que frustró su triunfó en buena parte por representar la decepción
pública por un cambio no logrado y mimetizarse con el
sistema (representado por el PRI) al que debía combatir, vencer y
sobreponerse. Hoy por eso se leen en la prensa y redes conceptos como “partidocracia”,
“PRIAN”, “PRIANRD”, que incluye al PRD y demás partidos satélites.
Morena y la
capitalización del descontento
Apuntalado
por el innegable capital político de Andrés Manuel López Obrador, quien ha
señalado recientemente a El Universal de servir a intereses contrarios a los que él representa, el partido Movimiento de Regeneración Nacional ha capitalizado a través de Delfina
Gómez, el descontento por los referentes que representan esa tradición.
Desde
mi punto de vista si contaran con un candidato más sólido en este momento no
tendrían 24 puntos sino una ventaja mayor. No obstante, Delfina ostenta
un perfil biográfico potencial de una premisa para un buen dramatizado actual. Fama
de outsider, hija de albañil, producto
de la cultura del esfuerzo que se confronta con un decadente establishment (el infructuoso mexican dream) y con un look que nunca admitirían ni las
telenovelas ni las castineras de los comerciales para las marcas importantes,
lo que la asemeja ( y empata) al grueso del universo meta.
“Óyelo, puerta,
escúchalo tú, ventana”
Equiparando
con la programación televisiva, qué mejor ejemplo que la parrilla vespertina del canal principal de México: La
Rosa de Guadalupe, Enamorándome de
Ramón y Mi Adorable Maldición, promedian mayores niveles de sintonía (HR Rating) que las telenovelas del prime time de
su propio canal, Las Estrellas. No se
requiere de muchos recursos para deducir que ElBienamado o La doble vida de Estela Carrillo (8 y 9 pm) implican mayor presupuesto
que las antes mencionadas y aunque muy soft
todavía, sí tienen un tratamiento diferente de las primeras; es decir, más “alternativo”
dentro de su contexto aunque insuficientes para ostentarse como tal. En San Ángel deben saberlo.
¿Pues no que
el público reclama mejores y diferentes producciones?
La rosa…, es un serial dramatizado que
representa un catálogo de clichés ufano de su austeridad cutre. De los más de 20 puntos de rating que registraba hace sólo una
década, hoy apenas alcanza los primeros dos dígitos de audiencia, suficientes para seguir
siendo líder de su franja a pesar del declive. Mi adorable… y Enamorándome…
son telenovelas mejor elaboradas que la primera pero que no representan nada
nuevo con respecto a lo que se supone tanto se le critica a la fórmula Televisa…
La diferencia no es “política
ficción”
Si
consideramos todas las variables no sólo cuantitativas sino cualitativas
(emocional, de percepción, contexto social y mediático), la base que sostiene ese rating es la
de ese 23 por ciento del PRI en esta encuesta del Estado de México. Una base,
en el caso de la televisión, anclada en el beneficio de bienes intangibles como
la tradición, el
hábito, la accesibilidad y gratuidad del contenido y su familiaridad. Audiencias que el internet todavía no cubre. ¿Hay contra-oferta en las otras televisoras de frecuencia abierta con fuerza suficiente para
desbancarla? Evidentemente no.
Las
otras televisoras han preferido programación “rentable” pero que no genera
ningún diferenciador de la primera y por lo tanto tendrán que seguir conformándose con los otros escalones del podio mientras no se atrevan a hacerlo
distinto. En el mejor de los casos esta contraprogramación sólo resta rating al primer referente pero jamás les dará el liderazgo ni en audiencia ni en influencia. La audiencia tradicional de las tres producciones mencionadas no tiene ni en los canales de TV Azteca ni en Imagen TV los incentivos suficientes para animarse a emprender el cambio y, por otra parte, los targets críticos y nómadas seguirán
percibiendo en su microcosmos en las redes que los competidores de Televisa son más de lo mismo. O sea, lo que el
PAN y el PRD de ahora, acelerando la depreciación del valor de la frecuencia abierta. Con otro factor añadido, la partidocracia no enfrenta directamente el embate de "oferta" extranjera al contrario de la televisión actual a través de las nuevas plataformas.
Otro
indicador se puede extraer del por qué a Imagen TV le
ha estado yendo mejor programando al aire las súper producciones bíblicas de
importación que con sus lanzamientos originales. Dicho contenido que ya no
programa Televisa y que evoca a los viejos maratones de Semana Santa del canal 5, apuntan
a la tradición, a profundos lazos teológico-emocional-morales y, no menos importante, a la
incuestionable calidad de esos títulos (superior a la oferta mexicana ordinaria),
lo que puede explicar el fenómeno. ¿Lo están leyendo adecuadamente en los pisos
ejecutivos?
Morena,
imperfecto, bien o mal, está asumiendo en lo político la estafeta del
diferenciador, de la contra oferta. Ya le tocará su oportunidad para demostrar
si realmente lo es o resulta en otro partido más de relumbrón como en su
momento resultó para la audiencia TV
Azteca en la televisión abierta, antes de la nueva administración. No descartaría a Televisa, a diferencia del PRI en el plano inmediato político, como el agente que reconstituyéndose pudiera reconquistar su liderazgo e incluso el de nuevas audiencias asumiéndo ella misma la diferenciación. Le será más difícil que sus competidores porque tendrá que sobreponerse precisamente a su propia tradición, aquella de la que hoy se aferra para no acentuar su declive en audiencias. Una medida que le servirá hoy pero no en el futuro próximo. Requerirá de decisiones audaces y coherentes, que hasta ahora sólo se le han visto acaso en su nuevo directorio pero aún no en la pantalla.
Mientras
tanto, ¿quién en la televisión se
atreverá a ser esa DIFERENCIA? Enorme oportunidad para quien lo haga.
¿Se
sentará Emilio Azcárraga Jean como televidente habitual a ver “Sueño de Amor” o “La Rosa de Guadalupe”? ¿Lo hará su familia con la regularidad de cualquier
familia promedio en México? ¿Harán lo mismo Ricardo Salinas Pliego o Benjamín
Salinas Sada con “Rosario Tijeras”?
¿Será “Perseguidos” parte de las conversaciones
espontáneas de Olegario Vázquez Aldir con amigos cercanos, más allá del ámbito
de negocios?
Las
anteriores preguntas no pretenden frivolizar sobre la vida privada de los
empresarios mencionados, cabezas de Televisa,
Grupo Salinas/TV Azteca y de Grupo Imagen, respectivamente.
Amancio
Ortega, el multimillonario dueño de la cadena de ropa Zara, no necesariamente se viste con la ropa que fabrica como
probablemente el propio Ricardo Salinas no use una de las Italika que vende en sus tiendas Elektra; quizá y ni le guste el motociclismo. Ello no quiere decir
que sus productos carezcan de calidad o no estén al tanto de ésta o de los
gustos de sus clientes.
El
cuestionamiento se dirige a si como televidentes están satisfechos con lo que ofrecen
las pantallas de sus empresas. ¿Lo están? ¿Sus producciones de ficción tratan a
sus televidentes como ellos mismos esperarían ser tratados?
CONTEXTO SOCIO-POLÍTICO
La
televisión en México surge al amparo de un partido y un sistema político de
carácter aglutinador y monopólico que en las últimas décadas ha profundizado sus
fisuras tras la sucesión de varios sismos sociales, económicos y políticos.
La
XEW (base y antecedente de Telesistema
Mexicano-Televisa) nace en 1930 de la mano del entonces Partido Nacional
Revolucionario (antecedente del PRI) en 1929. Su modelo preponderante se
inclina por el comercial estadounidense sí por la vecindad geográfica pero
también por la real politik conveniente
a sus políticos en turno. Pocas bibliografías documentan con tal rigor al
respecto como la de Fernández-Paxman [1]. Sugiero leer sobre el sexenio
Alemanista.
Las
telenovelas mexicanas como los candidatos contemporáneos de los viejos partidos
políticos son afectadas por el descrédito público de las instituciones que
representan pero mantienen un importante colchón de adeptos que les siguen otorgando
un poder relevante aún en medio de la crisis y a pesar de sus haters.
Un
factor que les ha permitido sortear estas tempestades es el referente a la tradición pero, atención, no es como el melodrama:
imperecedero. Otro asunto inherente es la responsabilidad que cada telenovela (y
quienes las producen) y cada candidato tienen de haber contribuido al
descrédito de sus ámbitos.
“La telenovela es ella y su
circunstancia”
Inspirándonos
en el célebre apotegma de Ortega y Gasset, quienes a ultranza atribuyen a la
televisión (comercial) y a su reina la telenovela la responsabilidad del
analfabetismo funcional en el país, repiten una verdad a medias.
En
realidad la TV no ha hecho más que somatizar y responder al contexto que le ha
tocado vivir. Lo cual si no la exime de responsabilidad, la pone en su justa
dimensión. La telenovela nace en ese cosmos, intenta
redimirse pero termina por claudicar y regodearse en éste. Ese es su
pecado original.
Por
eso para los que elucubran con el momento en que las televisoras tradicionalesse extingan para dar paso al medio que por
fin produzca el “Mad men” o el “Game of Thrones” mexicano, primero
deberían renunciar a su ingenuidad y partir de este antecedente, incluso sobre del
contexto comercial.
Para
evolucionar, hoy más que nunca es preciso ubicarse, comprender (evitando que la
crítica paralice) para poder aprovechar la coyuntura actual y cristalizar la
televisión dramática anhelada en beneficio de todos.
("Mad men" [HBO, 2007-2015])
PRENSA Y RELACIONES PÚBLICAS
¿Qué se dice de las telenovelas?
Más
allá de las notas referentes a la presentación de una nueva producción (cada
vez menos relevante mediáticamente) y la información de cotilleo sobre sus
estrellas en la prensa del corazón, ¿qué información genuina encontramos en los
medios más importantes o en el trendy de
las redes sociales (fuera del nicho de audiencia tradicional) sobre las
telenovelas?
¿Están
generando buzz de prensa? ¿Se discute
sobre el riesgo narrativo y trascendencia de sus historias, del poder de sus
actuaciones y la calidad de sus producciones? ¿Repercuten más allá de las
secciones de espectáculos?
(Presentación a prensa telenovela "El Bienamado" [2017])
En
1987 tras el capítulo final de “Cuna de
Lobos” (1986), “24 horas” con
Jacobo Zabludovsky abría su titular con “esta
noche terminó Cuna de Lobos”. Al día siguiente los encabezados de la
mayoría de los principales diarios referían al suceso. Carlos Monsiváis, el
cronista de la alta cultura mexicana, le dedicaba un favorable artículo en Proceso [2], la revista asiduamente
crítica de Televisa.
“Las teleseries (anglosajonas) circulan
por la red a dos niveles simultáneos: el de consumo
y la interpretación. Ambos confluyen en un
tercer nivel posterior, el de la reescritura.
Las audiencias de las teleseries son especialmente interactivas”. [3]
Considerando
la escala de Carrión, el grueso de la producción mexicana ni siquiera ha podido
superar el primer nivel y muy poca ha trascendido al segundo. Para que la
telenovela tenga hoy impacto relevante, debe aspirar a contenidos que permitan lograr
la reescritura. Lo que sólo se logra
con base en la calidad del contenido, la potencia del soporte (plataformas) y
un contexto que lo posibilita. La telenovela debe asumir un rol de representación de su audiencia desde la cercanía y no más desde la imposición.
El monopolio no puede convivir con la interactividad porque ésta requiere de una relación de pares. Hoy el televidente ya es y se asume como agente
de poder.
La telenovela como fuente de
investigación formal
Salvo
Roberto Rondero, Álvaro Cueva, Alfredo Gudinni y alguno que otro periodista así
como websites emergentes como La Hora de la Novela, pocos son los
autores y medios que llevan al plano de la investigación y la opinión formal a
la telenovela nacional a la prensa o el medio editorial. Caso contrario la
cinematografía mexicana y ni qué decir del cine y la serie anglosajona. Sólo
basta con llegar a un extraordinario trabajo en nuestro idioma como el de Jorge
Carrión en “Teleshakespeare”.
En
México, son verdaderamente excepcionales publicaciones como “Crónicas de Pasión”
[4] que ofrecen los pormenores profesionales de una producción, verbigracia la
telenovela “Pasión” (2007), con
rigor documental y de la mano de una presentación accesible para llegar tanto
al público mainstream como al
especializado. Son iniciativas aisladas, no vocación de la industria.
En
Sudamérica se encuentran más publicaciones o documentales al respecto como los
de Carolina Acosta, Jesús Martín Barbero u Omar Rincón que arrojan luz. Si
alguien quiere acercarse a la técnica de escritura de la telenovela, la
publicación más accesible es el “Taller práctico de escritura de telenovela” [5]
del chileno José Ignacio Valenzuela (“La
casa de al lado”, 2012). No he
encontrado ninguna publicación mexicana semejante.
No
es público el destino de los estudios realizados por especialistas como Miguel
Sabido al respecto de las telenovelas didácticas (“entretenimiento con un beneficio
social comprobado”) o entertainment
education para Televisa. Una
fuente que alumbraría a quienes hoy nos dedicamos a ello. ¿Cómo innovar (y
rectificar) si se desconoce la herencia pasada y las causas del presente?
(Documental "Mas que amor es un sufrir: una mirada sobre
la telenovela latinoamericana" [JL Colás, Arg-Ven-Bra, 2012] 4x48')
La civilización del espectáculo y la
fiebre de la frivolización
En
“La civilización del espectáculo” [6], Mario Vargas Llosa nos advierte con
agudeza sobre preponderar en la tabla de valores al entretenimiento superfluo:
“Este ideal de vida es perfectamente
legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros
de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas
vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces
embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un
valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización
de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de
la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se
alimenta de la chismografía y el escándalo”.
Aunado
a sus generalmente vacuos contenidos, la industria nacional permitió que
publicaciones del corazón moldearan y definieran la opinión pública respecto a
la telenovela y consecuentemente la degradaran con sus cada vez más difuminados
criterios periodísticos y decadentes prácticas de voracidad comercial.
Entiendo
que dichas publicaciones formen parte de un sistema periférico y cumplan una
función; pero al convertirse en las únicas referencias informativas regulares
del género y, además, cada vez más agresivas e invasivas con el talento, enfatizando
lo peor de éste y no su virtud creativa, flaco favor le han hecho a la
telenovela.
¿Cómo esperan que la audiencia responda frente a una oferta
extranjera cada vez más sofisticada y familiar cuyas legiones de fans (de
influencia mundial gracias al ciber-espacio) tratan a esos contenidos como auténticos fenómenos de culto?
El Premio TVyNovelas (similares y conexos), el síntoma de la enfermedad
Si
como asegura Gabriel Zaid, “los premios
pueden ser creadores: aportan una perspectiva inédita en la recepción de la
obra (…) Lo que está en juego es más importante que el dinero: la orientación
de la opinión pública” [7], premios como los TVyNovelas (primera referencia del género), exigen un serio replanteamiento.
Hoy
se reducen a un certamen corporativo con cámaras que se transmite al exterior
para comercializar. Lo llamativo es observar qué premian, más allá de la
discutible etiqueta de lo “popular”. ¿Premian la virtud del talento creativo? ¿Los
premiados son trabajos ejemplares (acaso inspiradores) que animan a todo el
talento que habrá de generar las producciones venideras?
¿Los
premios se traducen en mayor audiencia, mejores ventas para sus producciones participantes
y mejores condiciones laborales para el talento premiado? ¿Funcionan a Televisa
Internacional como atractivo de valor para ventas en sus catálogos de
exportación? ¿Tienen relevancia en Estados Unidos en el mercado de Univisión? ¿He mencionado prestigio?
¿Los
ganadores resisten el filtro de un EmmyInternacional? ¿Qué le dicen estas
designaciones a las diferentes audiencias? Si una industria creativa de comunicación
no advierte estos discursos subrepticios (los más poderosos), entonces hay
graves problemas de fondo.
“Cuando no hay reseñas,
antologías, editores, ni premios en los cuales se pueda creer, pierde la
sociedad: se vuelve menos”.
Por
otro lado, un premio que tenga por objetivo reconocer y promover lo mejor de
una industria líder (y que se asume como tal) no se encierra a una factoría en
una época de interconectividad; busca
trascender para nutrirse de todo lo demás.
Cuando
me refiero a lo anterior, no sólo englobo a TODA la producción nacional sino
también a la extranjera que llega a nuestras pantallas y siembra su influencia
en mayor o menor medida. Por algo el Oscar
(AMPAS), El BAFTA y los Golden Globes
contemplan la respetada categoría de “Mejor Película Extranjera”.
LA TELENOVELA Y LA SERIE: SU PRESENTE Y
FUTURO
Es
difícil anticipar el futuro y poco responsable emitir sentencias sobre ello. Pero,
como lo hicieron los más notables fundadores de la televisión, el panorama
conjunto y sus microcosmos permiten interpretar señales sobre el rumbo.
La
telenovela no será sustituida, al menos en el mediano plazo. En primera razón
por costos. Un capítulo de telenovela en México oscila entre los 50 y 80 mil
dólares en promedio y un serial requiere de una inversión mínima de entre 110 y
200 mil dólares.
La
producción original tiene mayor efecto comercial sobre los enlatados de
importación pero en México (y América Latina) se requieren llenar parrillas
completas y asegurar la atención de audiencias en un mercado que cada vez las
fragmenta más.
Con
otra condicionante, gracias a los paupérrimos resultados económicos de los
últimos gobiernos, el pastel publicitario mexicano no sólo no ha crecido sino
que cada vez se pulveriza más con los nuevos jugadores de las diferentes
plataformas. Recordemos el paradigma de oro: costos se recuperan en el mercado
nacional.
Una
telenovela posicionada ofrece una audiencia regular de lunes a viernes por
varios meses, al contrario de un serial de emisión semanal. Naturalmente ello
impacta en las cotizaciones de las exportaciones. Una telenovela seguirá siendo
más atractiva y accesible que un serial para televisiones de países en vías de
desarrollo (mayoría). Hasta que la condición de éstos cambie sustancialmente.
("La doble vida de Estela Carrillo" [2017]: telenovelas de transición)
Señales de la propia historia
Si
observamos las épocas climáticas de celebridad mundial de las actrices más
icónicas: Verónica Castro (“Los ricos
también lloran”, 1979), Lucía Méndez (“Colorina”,
1980) y Thalía (“Marimar”, 1994), a
la telenovela mexicana le tomó unos veinte años sostenidos llegar a esa
posición. Mismo caso si observamos los datos y curva de desarrollo del serial
estadounidense.
Sin
embargo en 2015, La Nación reportaba
que “las exportaciones de programas de TV
le reportaron a Turquía en 2005 ingresos de apenas 100.000 dólares. En 2015,
esa cifra llegó a 250 millones de dólares” [8]. Ese año TheHollywood
Reporter colocó a la nación turca en el segundo lugar global de exportaciones
de formatos y producciones originales para televisión sólo después de Estados
Unidos. En sólo diez años.
Quién
iba a decir que la producción de un país tan lejano como el de los turcos
ingresaría en 2014 con un título en calidad SD producido en 2006-2009 (“Las Mil y una noches”, Kanal D) vía Mega TV en Chile y en medio de una
coyuntura [6] para extenderse por toda América Latina, al grado de disputarle
el prime time regional al
latifundismo mexicano. No olvidemos que México logró entrar a Rusia en 1992 con
una producción de 1979 (“Los ricos...”)
tras la caída de la Unión Soviética y ante la resistencia de los rusos a
comprar contenido estadounidense.
La telenovela e industria de ficción audiovisual mexicana no
superará el rezago si insiste en cambiar
sólo la forma y no atajar el fondo.
¿La serie vs la telenovela?
México
tiene que entender que no será más (ni debe ser) la telenovela la única oferta
dramatizada en su parrilla nacional y en su catálogo internacional. La telenovela ahora deberá compartir su monopolio
y convivir con otros géneros dramáticos como el serial de tipo anglosajón, el
que para lograr mayor impacto deberá pasar por un proceso de profunda
tropicalización: echar raíz para adoptarla
en todas sus formas.
Creer
que la producción de series en sí misma es la solución al problema de la crisis
de la ficción dramatizada en México, es pecar de ingenuos. Menos con el
espejismo de la hibridación de la súper-serie.
Quien
insista en hacer copia calca del serial tal y como lo vemos en Estados Unidos o
Inglaterra, aumentará sus posibilidades de fracaso. Ya lo vemos en pantalla. Peor
aún si lo pretende hacer con los recursos de una telenovela actual; sus
resultados con todo e imagen 4K terminan en un lastimoso look alike más cercano al viejo video
home que a lo que de inicio pretenden.
Al riesgo (creativo) mejor de amigo
En
esta industria tenemos que entender que si nadie tiene el santo grial del
éxito, lo viable es reducir las posibilidades de fracaso sin obstaculizar la indispensable
libertad creativa que sin duda ha de implicar riesgo. Para eso hay que contar
con una estructura; la tenemos (como pocas industrias) pero urge renovarla.Ya sabemos a dónde nos lleva enemistarnos con el
riesgo ¡No lo repitamos!
La estructura debe tener muy
claro
al servicio de qué está.
Al
riesgo más nos vale, por lo ineludible, abrazarlo que temerle. Incluso el
riesgo y arrojo creativo es un valor
agregado frente a la audiencia que bien comunicado, lo pondera al momento
de la elección y si a eso se le añade la certidumbre de un sistema estructurado
y oxigenado, es Hollywood.
¿No
fue México llamado alguna vez “el
Hollywood de las telenovelas”?
(Foro 9 de Televisa San Ángel. Foto: Stefan Ruiz)
Convención táctica y genuina
Por
otra parte, requerimos de un acuerdo común. La tecnocracia televisiva debe re
concebir su entendimiento respecto a la libertad y autenticidad del proceso
creativo para escritores, el talento artístico y producción, y éstos a su vez
deben entender que como toda industria, requiere cumplir metas de eficiencia y
eficacia en sus recursos y resultados. No puede estar sujeta ni a la
indiferencia de unos ni a las frivolidades de otros porque perjudican al
conjunto.
Encontrar
el punto de equilibrio es el gran reto para tener una nueva estructura orgánica
nutrida y una maquinaria aceitada. Dado su denominación de origen (industria
creativa) en lo personal, me inclino por re-concebir a esta industria más como
un ecosistema orgánico para regenerar la imagen implantada durante la era
industrial del siglo XX de un frío galerón lleno de máquinas automatizadas.
La creación sentí-pensante
es facultad exclusivamente humana. Requerimos de ambientes propicios que detonen esa inventiva y
su desarrollo.
(Estudios de Azteca Novelas en Ciudad de México)
Oportunidad inmejorable
México
sigue teniendo una oportunidad inmejorable para refrendar un liderazgo en
América Latina y el mercado en español. Una condición geopolítica y demográfica
que nos otorga la excepción para acometerlo.
La
reciente alianza Televisa-Univisión
en sus contenidos de ficción y entretenimiento es una muestra de ello, y las
que ya operan como las de NBC-Universal/Telemundo
y la presencia de las más importantes productoras del sector en Ciudad de
México así lo señalan.
El
liderazgo en otros mercados del mundo dependerá mucho del calado y visión con que
los líderes conduzcan la reconfiguración de la industria. En qué tanto se
atrevan a renovar y a apuntalar. Si no lo hacen, industrias otrora impensables
como la coreana o la turca (o alguna otra aún indetectable) pueden causar
fulminantes estragos.
El monopolio: lo pasado, pasado
México
y sus televisoras están entendiendo que ya no pueden ni deben ir solos, ¿Quién
puede hacerlo frente a un gigante como Netflix
que invierte por sí mismo6 mil millones
de dólares en contenido original[9] de alta calidad y con alcance mundial
inmediato sin igual y a su vez con una
regionalización exitosa?
Para
poner la cifra en proporción, representa 10 veces el pastel publicitario total
de Colombia, casi 1.5 veces el de México y el total del brasileño. Recordemos
que la regla dorada en producción de ficción dramatizada en TV abierta en
América Latina es que la inversión es proporcional al gasto publicitario de
cada país.
(La súper producción de Netflix "The Crown" [2016]: 15 millones USD por episodio)
CONCLUSIÓN SÉPTIMA (Y ÚLTIMA) PARTE
El
paradigma de controlar todo bajo el techo patriarcal del monopolio se ha roto,
pero esa es sólo la forma. El fondo se asienta fundamentalmente en nuestra
capacidad humana de creación. La burocracia e inteligencia ejecutiva inmersa en
su afán por multiplicar y cuantificar las utilidades del negocio debe, por su
propio éxito, atender mandamientos imprescindibles:
Decálogo para una nueva industria
(ficción dramática TV)
1.Sobreponer y procurar el valor creativo en todas las
áreas.
2.Conciliar la creatividad con los criterios de
rentabilidad.
3.La historia original como vanguardia sine qua non de la oferta.
4.Representar a la sociedad y sus cambios con autenticidad
y oportunidad.
5.Diversificar oferta de dramáticos (no sólo telenovelas).
6.Producir contenidos plurales de alto valor simbólico
(incluida la telenovela).
7.Exigir calidad equilibrando retribución justa al talento.
8.Innovar las formas en función de los contenidos.
9.Renovar y flexibilizar el modelo de producción.
10.Respetar a la audiencia.
Las
audiencias se pueden medir; el proceso creativo, tecnificar pero no la creación
en sí misma. Todo ello implica una mística natural especial, más allá de
cualquier superchería. Estas máximas no pueden comprarse pero sí en cambio fomentar
las condiciones excepcionales para lograr resultados excepcionales que reconviertan
a la de México en una industria de creación excepcional y sin parangón.
Luis
Antonio Espino en Letras Libres ha sellado
su análisis del discurso del empresario Carlos Slim (con fuertes intereses en
telecomunicaciones) a propósito de las decisiones del polémico inquilino de la
Casa Banca (de Washington) con: “Hagamos
a México Grandioso de Nuevo. Parece que la nostalgia es la nueva visión de
futuro” [10]. Sentencia de
oportuna recordación.
La
televisión sin embargo no puede volver al pasado ni dejarse arrastrar por el
reproche nostálgico de un sector de la audiencia cuando en realidad lo que se
demanda se origina en la obsolescencia de muchas de las prácticas y decisiones de la actualidad.
Retomemos
lo mejor del pasado para no reincidir en errores, anclarnos en los éxitos y solventar
un nuevo emprendimiento frente a los retos de nuestro propio tiempo.
Renovar,
innovar, crear o morir. ¿Revolución?
REFERENCIAS:
1.Fernández,
Claudia y Paxman, Andrew, El Tigre
Azcárraga y su imperio Televisa, editorial Grijalbo, 2000.