¿POR QUÉ LA CRISIS DE LA TELENOVELA MEXICANA?
Una visión desde distintos ángulos
Parte I
Daniel Lares Muñoz
A
partir de la presente entrega aportaré una visión de las causas de la crisis
del más popular género de ficción audiovisual en México y América Latina, del
que muchos hablan pero que, paradógicamente, resulta difícil encontrar tratamientos con rigor y
seriedad acerca del tema. Sobre todo frente al aparente embate de la serie tipo
anglosajona. ¿La telenovela tiene sentencia de muerte? ¿Es una moda? ¿Las
series la remplazarán?
Veremos
también que pese a que en la actualidad se producen telenovelas en todo el
mundo y que en América Latina cada vez más países han incursionado (otrora
inimaginable) en la producción de la telenovela, así como que la crisis ha impactado
a todos en mayor o menor medida, que no es verdad, como percibe un buena parte
de la opinión pública mexicana, que lo que le sucede a la telenovela nacional
le sucede a la de todo el mundo, que no es esencialmente un problema del
género, ni del melodrama.
Debido
a que el tema es extenso y multifactorial, cada artículo lo propongo desde distintos
rubros con la finalidad de abordar diferentes ángulos del fenómeno. Así se abordarán
los antecedentes, la dramaturgia, la producción, la comercialización, las
audiencias y el contexto actual y futuro de la telenovela mexicana.
ANTECEDENTES
La
telenovela es descendiente del folletín francés por entregas del siglo XIX,
nieta de la historieta rosa [1] (a quien le debe su estilo visual básico) e
hija de la radionovela, particularmente la producida en Cuba con éxito en la
primera mitad del siglo XX, antes del régimen de Fidel Castro. De ahí se
originan clásicos como “El derecho de
nacer” de Félix B. Caignet y los escritores pioneros de lo que después se
conocería como Telenovela: Caridad Bravo Adams, Inés Rodena, Delia Fiallo, entre otros.
("La Intrusa" de Bravo Adams, Mercado Libre)
No
obstante, habría que precisar que antes de la telenovela, como una etapa de transición,
estuvieron los “teleteatros” que en los albores de la televisión eran
producciones de ficción con puesta en escena rudimentaria y teatral
regularmente basadas en obras literarias clásicas que se producían
completamente en estudio y en vivo hasta la llegada del videotape que se da poco después del surgimiento oficial de la
primera telenovela, “Senda Prohibida”
de Fernanda Villeli en 1958.
("Senda Prohibida", 1958)
Atención, Haters
La
telenovela no surge en la televisión pública o cultural. Surge como necesidad
programática (y después industrial) para comercializar productos, en los
inicios de la televisión concesionada, principalmente dirigidas a amas de casa
y trabajadoras domésticas: “Los seriados aseguraban una audiencia regular para
productos de consumo regular” [2]. Con el tiempo la cartera y los targets se ampliaron y diversificaron y el
serial anglosajón iría demostrando que “la pantalla chica” ni es chica ni es idiota.
Para
1987, por ejemplo, tras el súper éxito de “Cuna
de Lobos” (un original de Carlos
Olmos), rupturista respecto al mood cenicienta,
se demostraría que los hombres también veían telenovelas, rompiendo el
prejuicio socio-cultural de ser un producto de interés exclusivo para mujeres. Al
parecer indicadores como éstos les pasaron de noche a algunos productores y
programadores o no lo comprendieron realmente. Los resultados están en la pantalla
de hoy.
(Catalina Creel de "Cuna de Lobos", 1986)
México: “Al César lo que es del César…”
Más
de un país en América Latina se ha atribuido la invención del género pero a
toda prueba lo cierto es que como modelo de producción industrial, México, en
el seno de los estudios de Televicentro (hoy Televisa Chapultepec) del entonces
Telesistema Mexicano, es el creador
de lo que hoy conocemos como “telenovela”: un serial de ficción diaria, con
tema y personajes centrales que conducen la trama y en el cual se abordan
conflictos predominantemente domésticos y que tiene en el melodrama su género
dramático ancla y cuya duración es finita, con un promedio de 100 episodios.
En
el último factor referido y en que las historias giran más en torno a ambientes
y no a personajes particulares, es en lo que la telenovela se diferencia de la soap opera estadounidense. En nuestro
idioma, un ejemplo de ello es “Amar en
tiempos revueltos” de TVE, que
tuvo 1,716 episodios a lo largo de siete años e igual número de temporadas.
La
referida impronta mexicana puede identificarse desde los melodramas latinoamericanos,
hasta los egipcios, griegos, filipinos y, los cada vez más populares por
nuestros rumbos, los sudcoreanos, los turcos e incluso en algunas series
estadounidenses, naturalmente con sus diferencias de contexto y morfológicas.
Los
de Egipto (Mousalsalets [3])
se transmiten en el Ramadán, los de Turquía se emiten por entregas semanales de
hora y media de duración y por temporadas (que por ende en Latinoamérica se
tienen que reeditar para su transmisión diaria) y los de Corea del Sur cuya
duración por lo regular es más corta que las nuestras pero en todas se puede
ver la herencia latinoamericana, en la que México tuvo vanguardia.
¿Cómo
asegurar que ésta referida herencia es mexicana sin aires chovinistas?
Sencillo, con verlas y verificar las fechas de producción local de estos países
y seguirle la pista a la expansión de la exportación de la telenovela
latinoamericana. Ahora bien, ¿qué pasó con esa vanguardia mexicana?
Contexto para entender la industria
A
partir del surgimiento del videotape,
la posibilidad no sólo del pregrabado y la edición sino de exportar como
producto terminado potenció las posibilidades de la telenovela: una de ellas la
narrativa, salir del estudio y grabar en locaciones naturales (tema que
extenderé en la entrega referente a producción). Esto demandó aumentar la
producción, por lo que se requirió no sólo de personal artístico sino técnico-manual
y por supuesto creativo disponible, los primeros venían del teatro, el cine y la radio.
El
teleteatro se creó bajo el manto de los anunciantes y ese mismo esquema permeó
en los inicios de la telenovela hasta que las emisoras, y la notable visión de
Emilio Azcárraga Vidaurreta, anticiparon lo que se estaba gestando y lo que
podría pasar con ellas, el gran negocio. Entonces adoptó un modelo vertical: yo
produzco, yo transmito, yo exporto. Toda la cadena bajo un mismo techo.
Es
curioso advertir cómo el auge de la telenovela coincide con la decadencia de la
otrora boyante industria fílmica nacional y que de los Estudios Churubusco, San
Ángel Inn, Tepeyac, Azteca y América la principal producción de ficción pasara
con la telenovela a Televicentro, después a San Ángel y ya en los noventa a
Azteca Digital (hoy Azteca Novelas), de unos años para acá también al centro de
producción “Gabriel García Márquez” de la productora Argos y recientemente a Copilco en los foros de Imagen TV.
(Televicentro antes de los sismos de 1985, Televisa)
¿No aprendemos?
Ojo,
lector, porque lo veremos a lo largo de estas entregas; nótese cómo los ciclos tienden
a repetirse en el sector audiovisual nacional. Sólo añado, ¿por qué la debacle
del cine nacional de entonces? ¿Está separada de lo que están representando las
plataformas OTT para la televisión abierta y la producción de ficción
tradicional?
“El que olvida su propia historia…”
A
lo largo de su historia a partir de la segunda mitad del siglo XX, con su
producción en vivo, el videotape y
luego la televisión a color, ya en la etapa de Televisa junto con la
accesibilidad y masificación de la televisión, la telenovela adquirió una
posición preponderante no sólo en el prime
time de los principales cadenas en México y América Latina sino en el
inconsciente colectivo. Esto demandó un aumento de la producción que le otorgó
a México, y naturalmente a Televisa, una posición de liderazgo regional y
mundial sin precedentes. El parteaguas es quizá la historia de Inés Rodena, “Los ricos también lloran” (1979).
Durante
los primeros años (y desde entonces) de la telenovela, la adaptación de éxitos
probados predominó en la producción mexicana, particularmente los originados en
la radionovela. Quizá por el referente inmediato de la exitosa experiencia de
los Azcárraga en la radio y que coincidió con el exilio de varios autores tras
auparse la revolución cubana. Ya avanzada la televisión, vendrían después los remakes de originales sudamericanos.
No
obstante, también es curioso notar cómo aún en el contexto de la férrea censura
del régimen priísta y de una Televisa
carente de competencia, la telenovela mostraba una notable variedad temática y de
experimentación contraria a la que podemos encontrar desde los principios del
siglo XXI. ¿Por qué?
Doy
un ejemplo, entre 1982 y 1983 podíamos encontrar telenovelas desde las más
clásicas como “El derecho de nacer”
(segunda adaptación mexicana), “El amor
nunca muere” (adaptación de “La
mentira” de Caridad Bravo Adams), “Vanessa”
(Adaptación de un original brasileño a cargo de Luis Reyes de la Maza y Carlos
Romero) con la curiosidad sui géneris
de matar a la protagonista antes del episodio final; la infantil “Chispita” (adaptación de Abel Santa
Cruz supervisada por él mismo) pasando por melodramas contemporáneos como “Gabriel y Gabriela” (de Yolanda Vargas
Dulché) con su aportación de final
abierto, “Vivir enamorada” (original
de Nené Cascallar), los originales “Al
final del arcoíris” (de María Zarattini y José Rendón) y la celebérrima de
corte sobrenatural “El Maleficio” (original
de Fernanda Villeli).
Y
ya se cocinaban títulos con más riesgo creativo como “La pasión de Isabela” (1984) de Carlos Olmos y “La Gloria y el infierno” (1986), basada
en la novela de Niniven Busch, por mencionar algunos, antes del culmen: "Cuna de Lobos" (1986).
Otra etapa, efímera, se le debe a la dupla Azteca-Argos. Son dos títulos los que la audiencia coincide en referir de ésta: "Mirada de Mujer" (1997) y "La vida en el espejo" (1999), ambas autoría de Bernardo Romero.
Talento y talento
Un
dato importante de contexto a añadir aquí en el caso de las adaptaciones es que
consistían en primeras o acaso segundas versiones para nuevas audiencias que no
habían accedido a ellas ni en la radio ni en la televisión en blanco y negro.
Aunado a ello, los repartos se conformaban por lo general de actores con
sobrada solvencia teatral y cinematográfica. Atención, no modelos pasados por
actores. Mismo caso de los directores de escena como Dimitri Sarrás, Carlos
Ancira, Raúl Araiza, Carlos Téllez o Sergio Jiménez, instituciones y faros
guías para sus actores.
(Actores antes que estrellas. Elenco de "Cuna de Lobos")
La audiencia dice…
Es
verdad que la diversificación temática pudo deberse más a una necesidad de
volumen de producción y a que la televisión mexicana todavía se descubría
asimisma que a un espíritu motivado por la innovación artística, dramática y
comercial. Lo cierto es que esto
sucedió, no continuó y es parte, si hacemos una síntesis, de lo que la
audiencia reclama en los sectores de opinión pública formal y en los
comentarios sobre el tema en el mundo de las redes sociales y que se ven
reflejados en la percepción pública y en los índices de audiencia.
CONCLUSIÓN PRIMERA PARTE
Los
concesionarios de la televisión, sus programadores y productores olvidaron que
el ser un producto ancla para comercializar no les exime de su responsabilidad
en lo que proponen, programan y comunican, englobado en el reiterado concepto abstracto
de “contenido”.
En
el contexto latinoamericano, y particularmente el mexicano, las telenovelas se
convirtieron en “el principal educador sentimental de una sociedad” (Epigmenio Ibarra), y eso
conlleva a implicaciones que impactan en los rubros principales y más sensibles
de una sociedad. Por ello la telenovela tiene que caminar junto a sus
necesidades, inquietudes y, si somos un poco más audaces, de la mano de sus
transformaciones.
La
industria mexicana, particularmente sus televisoras, se han embriagado del festín
inherente de un liderazgo nacional e internacional que con el menor descuido (o
el conjunto de éstos) puede resultar efímero; de la presunción de una
autocracia que olvida lo improrrogable del tiempo y el oráculo del ciclo comunicativo:
emisión, recepción y retroalimentación. Hoy comprobamos que advertirlo
no es una ociosidad intelectual.
Para
funcionar con efectividad, la telenovela debe palpitar al ritmo del corazón de
su sociedad porque es a ella a la que apela y sirve; mantener (o recuperar) la
coherencia es vital para lograr (re) empatar con ese pulso. La telenovela debe
curarse de esa arritmia crónica que le impide sincronizar con ese gran corazón.
En la siguiente entrega: el contenido, ¿abstracción, eufemismo o realidad?
En la siguiente entrega: el contenido, ¿abstracción, eufemismo o realidad?
REFERENCIAS:
1) Hauser, Arnold (1979). Historia social de la literatura y
del arte, vol. 3. Barcelona. Ed. Guadarrama/Punto Omega.
2) Fernández, Claudia y Paxman, Andrew, El Tigre Azcárraga y su imperio Televisa, Grijalbo, México, 2000.
3) Martel, Frédéric, Cultura
mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas, Punto de Lectura, 2015.
Crédito primera foto: "Mirada de mujer", 1997)
Crédito primera foto: "Mirada de mujer", 1997)
Esta investigación, está muy bien documentada, sobre todo el creador de este trabajo, hizo una Investigación exhaustiva y además, ejerció su criterio con conocimiento de causa, lo que da como resultado, un trabajo útil para los guionistas de televisión, para las Empresas Televisoras y encontrarán también, que ¡HAY QUE RENOVARSE O MORIR! ¡FELICIDADES DANIEL!
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